
Hace unos días y conforme se lleva a cabo cada año ésta elección, ha sido declarada como la mejor chef del año la mexicana Daniela Soto- Innes.
Tiene 28 años, es la chef más joven en ganar dicho galardón, World’s Best Female Chef Award. Criada en Houston, Texas y a pesar de su juventud, trabaja nada más ni nada menos que con el genio culinario Enrique Olvera en los restaurantes Cosme y Atla, en la ciudad de Nueva York.
Nos llena de orgullo que una mexicana haya sido nombrada con éste reconocimiento tan importante, y a la vez nos hacemos muchas preguntas sobre ella y sobre la realidad de la mujer profesional de gastronomía.
No ha sido fácil para la mujer llegar hasta aquí. La cocina comenzó siendo un trabajo remunerado y profesional para hombres, y no hablamos de épocas tan lejanas. La revolución francesa dio pié a que muchas cosas cambiaran. Luego la revolución industrial terminó de cambiar muchas costumbres arraigadas durante siglos, y no solo en Francia.
Hasta entonces las mujeres no podían aspirar a mucho. Sabemos muy bien las dificultades que enfrentaron muchas al querer estudiar y ser independientes. Algunas, aunque criadas para llevar una casa adelante y depender de un marido, no tenían esa opción como la mejor. Por ello hicieron lo posible por ser reconocidas como pares del hombre para lograr oportunidades y empleos que le dieran la oportunidad de crecimiento personal y salario.
La cocina no fue para nada la excepción. Siendo una profesión que sólo era para hombres ha costado mucho esfuerzo, muchos sacrificios para poder ganarnos un lugar dentro del mundo culinario. Una profesión que se creía que era exclusivamente masculina pues requiere de mucha fuerza física, recordemos que antes no venían las piezas de carnes ya cortadas ni en bandejitas, no, ¡había que cortar el animal entero!
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Digamos también que la mujer no tenía tanto tiempo para la cocina, que requiere horas interminables de trabajo, ya que ésta tiene hijos y esposo que atender en la mayoría de los casos.
Hablemos también de la vulnerabilidad femenina. Si, no es tabú ni mucho menos mencionar que una vez al mes la mujer tiene su período, por lo que según la opinión de muchos, esto la limita y sobre todo la “altera”.
Todas estas dificultades debieron enfrentar las cocineras de antaño que abrieron una brecha para que hoy la situación sea completamente diferente. Bueno, a veces…
Aún muchas mujeres ganan salarios inferiores a sus compañeros realizando exactamente la misma tarea.
Muchas profesionales son excelentísimas, muy preparadas, muy creativas, muy responsables, con más experiencia, más sin embargo, hombres con sus mismos puestos tienen mejores sueldos. Esperemos que dicha situación se revierta pronto, porque no es saludable para nadie ésta situación injusta.
Una mujer profesional de la gastronomía ha debido recorrer muchas millas de preparación para lograr un título que la acredite como tal, o bien ha debido tener muchos años de experiencia al lado de otros profesionales como ella que le hayan enseñado el oficio.
La chef Daniela Soto-Innes es una chef con una personalidad muy interesante. Lejos de ser silenciosa y reservada, es alguien que gusta de trabajar con la música a todo volumen, que da muchas oportunidades a quien trabajan con ella, que cree en la cocina de los sentimientos y las emociones. ¡Hasta que a alguien se lo dan por bueno!
¡Cuántas veces hemos oído que las emociones deben quedar fuera de nuestra cocina cuando entramos a trabajar!.

Yo me pregunto, siendo además una chef de carácter y muy exigente a la hora de formar a mis estudiantes, ¿acaso es posible dejar de lado quién soy sólo porque no puedo demostrarlo en mi cocina? ¡No! Quizás mi fortaleza sea precisamente esa, mi sensibilidad a la hora de ser creativa, mi firmeza a la hora de ser responsable, mi empatía a la hora de tratar a ya sean mis alumnos o mi personal o mis compañeros de brigada, mi solidaridad a la hora de ver que hay alguien que de verdad quiere aprender.
¡Falta eso en las cocinas! Hay muchas trivialidades y rivalidades que no deben ser. Llegada la hora del servicio es cuando vemos ¡de que estamos hechas! ¿Soy una suave ensalada tibia? O quizás, ¿soy una sopa sin un buen fondo? ¿O soy una vinagreta? ¿O un menú memorable?
Ahhh pensemos, pensemos y seamos honestas con nosotras mismas antes de exigir nada. Nada podemos exigir nada que nosotras ¡no sepamos hacer mejor! ¿Queremos que reconozcan nuestro trabajo? ¡Trabajemos! ¿Queremos respeto? No fallemos en respetar el trabajo de los otros. Seamos lo suficientemente maduras y humildes para decir “no sé hacerlo chef, ¿me ayudas”? Seamos felices en lo que nos toca hacer. Esa es la diferencia que notará el comensal cuando pruebe nuestros platos, porque créeme, se nota cuando está hecho por manos amables y cuando está hecho de pura soberbia.
Y muchos han quedado por el camino precisamente por ser soberbios. Triste realidad.
La mujer tiene ese maravilloso sentido de la estética innato, la delicadeza, y la herencia gastronómica que aunque era una profesión para el hombre, la mujer cocinaba en casa para la familia, con todo lo que ello implica, dedicación, amor, sacrificio, administración, creatividad.
Nuestro paladar sueña toda una vida adulta con aquellos platos que nos dieron felicidad cuando éramos niños. Qué nuestros deseos sean la realidad de muchos en cada restaurante. Ojalá.

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